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sábado, 29 de enero de 2011

El lector de la desconfianza. JUGANDO AL DESCONFIO



Un auto último modelo sube su ventanilla pues desconfía del chico que se le acerca a pedir limosna.
El auto de al lado mira al auto último modelo y desconfía de que su conductor lo haya comprado trabajando.
El taxi que esta detrás de ellos desconfía de la moto que esta junto al cordón.
El pasajero del taxi desconfía de que  el taxista lo esté paseando.
La camioneta de al lado desconfía de las maniobras del auto de adelante porque lo maneja una mujer.
La mujer desconfía de que el muchacho en silla de ruedas que pase entre los autos vendiendo linternas sea realmente un paralitico.
El motociclista que está junto al cordón compra una linterna y desconfía de que funcione cuando descubre que es de industria nacional.
Un peatón cruza la calle corriendo a toda velocidad pues desconfía de que los autos arranquen antes de que  el semáforo se ponga en verde.
Los autos desconfían de que el semáforo funcione bien y arrancan aunque todavía está en rojo.
Un hombre parado en la esquina le acerca un volate al peatón que acaba de llegar a la vereda, pero este lo rechaza pues desconfía de que se trate de algo gratis.
El peatón compra algo en el kiosco y desconfía de que el kiosquero le haya dado bien el vuelto.
El kiosquero desconfía de que sea verdadero el billete con el que le pago el peatón.
Un estudiante universitario, sentado en el bar de al lado del kiosco, estudia con dedicación sus apuntes pero desconfía de que pueda realizarse profesionalmente en este país.
La persona que está sentada en la mesa frente a la ventana del bar desconfía del menú del día porque es barato, y lo barato no puede ser de buena calidad.
El hombre que se ve pasar por la ventana del bar desconfía de alguien que le pregunta dónde queda una calle y sigue caminando hasta llegar a su oficina.
El jefe de la oficina de al lado desconfía de que el empleado trabaje con esmero y compromiso en su puesto.
El empleado desconfía de como llego a jefe el jefe.
Un grupo de ancianos, en la plazoleta frente al edificio de oficinas,  juega al desconfio: un juego de naipes en el que todos desconfían de todos, con o sin razón.
Una cola de pasajeros, en el borde de la plazoleta, espera el colectivo y cada uno de ellos desconfía de que el otro no vaya a colarse.
Una mujer con un niño en brazos paga un solo boleto al subir al colectivo, y el colectivero desconfía de que el niño sea menor de tres años, el límite de edad dispuesto para no pagarlo.
El que ocupa el segundo asiento desconfía de que ese niño todavía deba ser llevado en brazos: desconfía que el asiento les corresponda.
Todos los pasajeros del colectivo desconfían del que ocupa el primer asiento: creen que se está haciendo el dormido para no darle el asiento a la señora.
El que ocupa el primer asiento abre un ojo y desconfía de que todos lo estén mirando.
Un auto frena en el semáforo, al lado del colectivo. Las ventanillas bajas dejan oír la radio .
“... preocupa la desconfianza de inversionistas extranjeros en nuestro país...”

 Fuente : "Mex Urtizberea" 

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